No vamos a hacer un erte...
Esta semana me han preguntado en varias ocasiones, tanto asesores, colegas, amigos y familiares, por qué en Tecnofor, la empresa de la que soy propietario y CEO, no vamos a hacer un ERTE.
Y la razón es que no he encontrado ni un solo motivo para hacerlo.
Desde el anuncio del Gobierno de las primeras medidas del plan de choque económico para la crisis del coronavirus, entre las que se encuentran la flexibilización de los ERTE (Expediente de Regulación Temporal de Empleo), son cientos de miles de empresas las que han solicitado uno. Tantas que el Ministerio de Trabajo apenas puede asignar a cada una un número de expediente.
Nada más lejos de mi intención criticar las decisiones empresariales de otros.
Son demasiados años en el mundo de la consultoría como para entender que existen infinidad de realidades y que no conozco la situación concreta de cada una de ellas como para pontificar acerca de lo que deberían haber hecho. Pero ver las actuaciones y argumentos de otros me ayudan a reflexionar si alguno de ellos es también válido para mi empresa, como supongo les sucederá a muchos de los que ahora leen este texto.
Nuestra realidad como empresa es que, afortunadamente, la crisis sanitaria no nos ha impactado. Pero la crisis económica consecuencia de la sanitaria sí lo está haciendo. Somos una empresa de 40 trabajadores, fundada en 2004, y aproximadamente el 50% de nuestros ingresos provienen de realizar formación en gestión tecnológica. Y uno de nuestros valores diferenciales en el mercado ha sido siempre nuestra apuesta por la presencialidad de la formación. Disponemos desde hace años de tecnología para realizar formación remota, síncrona y grabada, pero siempre que es posible preferimos la interacción presencial con el instructor y los compañeros. En definitiva, la presencialidad convive mal con el confinamiento.No nos consideramos especialmente ricos, ni nos hemos sentido nunca habilitados para presumir públicamente de músculo financiero, no tenemos detrás un grupo inversor, ni más recursos de los que hemos ido generando con nuestra actividad durante más de 15 años.
No nos consideramos especialmente ricos, ni nos hemos sentido nunca habilitados para presumir públicamente de músculo financiero, no tenemos detrás un grupo inversor, ni más recursos de los que hemos ido generando con nuestra actividad durante más de 15 años. Pero también es cierto que llevamos unos años de efervescente burbuja en el sector, con crecimientos anuales muy fuertes y, sin formar parte de una elaborada estrategia empresarial, nos ha pillado con dinero en caja. ¿Muchísimo dinero? Bueno, tampoco diría yo tanto. Digamos que para aguantar sin ningún tipo de ingreso de 2 a 3 meses. Sé que para empresas viviendo otras situaciones esto es un lujazo, por que yo mismo he vivido esa situación de necesitar cada día del mes para facturar, pero hoy podemos permitirnos no reaccionar de manera tan urgente como otros necesitan. Supongo que este es el primer motivo por el que no vamos a hacer un ERTE: Por qué podemos no hacerlo.
Ahora bien, que puedas hacer algo no significa necesariamente que debas hacerlo. Hay miles de motivos por los que todos los días decidimos no hacer algo que tendríamos capacidad de hacer.
Por miedo, por compromiso, por vergüenza, por lealtad… o porque no crees en ello. Casi todas nuestras decisiones nacen de aplicar nuestro marco de creencias a la situación. Ese marco de creencias que hemos ido construyendo con lo que hemos vivido, nuestro sentido de lo que es justo y lo que esperamos que finalmente pase.
Uno de los argumentos que más he escuchado para justificar un ERTE es la necesidad de proteger la empresa. Obviamente esto depende mucho de las circunstancias de cada empresa, y no pretendo juzgarlas, sino ver hasta qué punto puede aplicarnos a nuestra situación. Si a nuestra empresa le quitas el equipo, ¿Qué nos queda? Un montón de mesas y ordenadores, algo de dinero en caja y un número de CIF. ¿Qué se supone que estamos protegiendo si nos deshacemos del equipo?
Pero es que no se trata de deshacerte de todo el equipo, sino de mantener los activos clave para que el negocio pueda continuar después.
Eso llevado a nuestro caso significaría que hay personas necesarias y personas que son prescindibles. En nuestra empresa no todo el mundo es igual de productivo, ni está igual de comprometido, ni es igualmente fácil de reemplazar, pero objetivamente ninguna persona del equipo es prescindible. En primer lugar, porque si hubiese resultado prescindible ya lo hubiésemos solucionado antes. En segundo lugar, porque ser prescindible en este contexto se me hace equivalente a decirle a una persona: “El único motivo para que estés en esta empresa es realizar una función que hoy aun es demasiado cara de automatizar, y no creo que puedas hacer algo diferente para ayudarnos a capear esta crisis”. Esto no forma parte de mi marco de creencias, ni de mi observación empírica en esta propia crisis. El equipo de formación ha creado un producto nuevo, o lo ha adaptado a las circunstancias, y lo ha comercializado con éxito y rentabilidad en menos de dos semanas. ¿Estas son las personas de las que se supone que debo prescindir para ahorrarme su salario unos meses? Estoy totalmente convencido de que prefiero pasar esta crisis a su lado, y también lo que nos depare el futuro después. Sea lo que sea.
Pero es que esta crisis no es culpa de las empresas, no tienen que soportar ellas el coste.
Creo que si alguna respuesta depende del marco de creencias es esta. Según nuestra experiencia e ideología podremos enfocarnos a decir que le corresponde soportar los costes al Estado, a las empresas, a los trabajadores. Como en todas las desgracias, personalmente creo que le corresponde asumir su coste a quienes puedan hacerlo. Y a los que quieran hacerlo. En mis 22 años de carrera profesional no me he arrepentido nunca de haber hecho lo que consideraba lo correcto. Me he equivocado muchas veces, pero no me he arrepentido nunca. Y por eso en Tecnofor no vamos a hacer un ERTE.
Pablo Grueso. 28 de marzo de 2020